Según contaba la historia, un caballero llamado San Jordi de armadura potente, caballo negro, escudo cuatribarrado y espada afilada solía salvar a las princesas de los reinos vecinos de ser devoradas por algún dragón fiero para después casarse con alguna de ellas.
En esta ocasión el cuento ha cambiado y mucho, ahora la única prioridad de San Jordi es la de encontrar un 21 y compartirlo con toda Cataluña.
Un buen día se alzó la armadura y a lomos de su corcel se lanzó en esta aventura del 21. En su larga travesía luchó con los más feroces dragones acabando con ellos. Cuando pasó por un pueblo de un reino cercano encontró a las más bella de las princesas.
El flechazo fue más que evidente, así pues Anastasia también se embarcó con él en esta trepidante búsqueda del 21. De pronto, en una de las zonas más montañosas de Montserrat, se toparon con un dragón mucho más fiero y temido que los anteriores.
Una criatura con el que cualquier caballero acabaría derrotado, pero él no, pues le plantó cara y tras una encarnizada batalla, logró acabar con él dejando tal estruendo que temblaban hasta los cimientos de los reinos cercanos.
Cuál fue su sorpresa que en medio de semejante charco de sangre brotarían varios rosales dibujando entre ellos un descomunal 21. La boda no tardó en celebrarse y se repartieron miles de rosas y libros.
Anastasia, además de entregarse a él como esposa, también le dio su libro a San Jordi en el que se podía leer: “Cualquiera puede ser igual de valiente que San Jordi. Tú también puedes vivir tu propia aventura en busca del 21. ¿Te atreves? Si lo consigues, comparte tu alegría”.
Dentro de cada uno de nosotros tenemos un San Jordi. Con la misma valentía con la que se enfrenta a dragones, nosotros nos enfrentamos a las dificultades para sobrevivir en el día a día. Cada momento vivido es una aventura que celebramos con alegría.