Un amor más allá de la eternidad

En esta historia hablaremos de una pareja aparentemente como otra cualquiera. En la única cosa que se le diferencia del resto de los humanos es que Constantine (así se llama él) es nieto y único heredero universal del Príncipe de las Tinieblas, o lo que es lo mismo, del Conde Drácula. Con lo cual él también es vampiro. 

La novia en cuestión se llama Caterina, y en el día que se conocieron él ya saboreó la sangre de ella convirtiéndola en vampira. 

De la herencia a la que hemos hecho referencia, lo esencial es que ahora Constantine es el propietario del Castillo de Transilvania. Así pues se convirtió en su nuevo hogar, junto a su amada y a la vez, como es tradición, alzará su reinado aterrorizando a los vecinos del pueblo. 

A su llegada al aeropuerto de Rumanía le esperó el cochero y confidente de su abuelo. Con aquel largo y siniestro coche fúnebre los llevaría hasta el portalón del castillo.

Una vez viviendo en él, a Constantine le invadió la nostalgia de todo aquello que le habían contado de dicho lugar. Con lo cual se le despertó la curiosidad tanto a él como a su pareja y no tardaron en visitar cada rincón de aquel siniestro y oscuro lugar. 

Una vez llegados a la biblioteca, pudieron acceder a las entrañas del castillo, hasta aquel sótano al que ningún valiente se atrevería entrar. Ante ellos se encontraba la señorial tumba real donde yacen los restos de su abuelo.

No muy lejos de allí y en la misma zona se encuentran otras tumbas de familiares de Constantine. En aquel preciso momento, recordó una promesa que le hizo a su abuelo en vida: que se casaría con su amada en aquel mismo castillo donde precisamente vivían ahora. 

Así pues y con el viejo libro de su abuelo en mano, invocó a sus familiares que allí yacían; incluyendo a su legendario abuelo, quien los casó y de aquella manera convirtió a su amor de sangre en algo por siempre eterno.

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