Recientemente he estado en la ciudad de Vic, por lo que me gustaría hacer un repaso exhaustivo de su historia. Vic es una ciudad que, al igual que un viejo libro con páginas gastadas, guarda en sus rincones historias de milenios. En el corazón de Cataluña, donde la naturaleza dibuja paisajes verdes y montañas que parecen susurrar secretos, se encuentra esta pequeña gran ciudad, cuyos orígenes se remontan a tiempos romanos. El nombre de la comarca de la que es capital, Osona (en latín, Ausona), evocaba ya en la antigüedad la idea de un refugio tranquilo y próspero.

A lo largo de los siglos, Vic ha sido testigo de innumerables cambios, desde las invasiones visigodas hasta los ecos del Medievo, cuando se alzó como un importante centro religioso y cultural. Cada adoquín de sus calles empedradas parece contar historias de sus gentes, sus festividades y sus luchas. En el siglo IX, el imponente monasterio de San Pedro fue el guardián del alma de la ciudad, y sus iglesias góticas, como la de Santa María, siguen marcando el paso del tiempo, reflejando la espiritualidad que ha caracterizado a Vic durante generaciones.
Pero la ciudad no solo vive de su pasado, también mira al futuro con una vibrante vida cultural. La Plaza Mayor, con sus cafés y mercados, es un punto de encuentro donde las tradiciones se mezclan con el aire fresco de la modernidad. Vic es un crisol de arquitectura, historia y gente acogedora que sabe cómo vivir el presente mientras honra sus raíces.
Cada vez que caminas por sus calles, es como si viajaras a través del tiempo, con la historia abrazándote en cada paso.

Una parada para comer
Entre sus calles llenas de historia, edificios que guardan siglos de memoria y plazas donde se respira tradición, ha emergido un lugar que, aunque más reciente, ya ha dejado una huella importante: el restaurante Fussimanya, donde estuve para comer con mi hermana y mis vecinas.
El restaurante nació con la visión de traer algo nuevo, pero con respeto a los valores de la ciudad: la acogida, la calidez y la conexión con las raíces. Su menú se adapta a los gustos y tradiciones de la gente de Vic, y la técnica, el detalle y la presentación se combinan con la misma precisión con la que la ciudad ha sabido mezclar su pasado y su presente.
¡Si venís por aquí, no os lo podéis perder!